El visionado de este tercer largometraje de Terrence Malick me ha parecido una experiencia tremenda. Después de haber visto las dos primeras películas, el estilo de este autor nos va a resultar claramente identificable desde las primeras escenas y es evidente como las claves formales y narrativas de sus primeros trabajos se llevan un paso más allá en La Delgada Linea Roja (LDLR).
La fotografía sigue siendo un aspecto especialmente cuidado y destacable, con encuadres y composiciones para el asombro, un uso de la luz emocionante y una elección de localizaciones y paisajes de una belleza que apabulla la mirada. Me pasó en varios momentos del asedio a la colina en los que me quedaba mirando aquella hierba alta movida por el viento, la vegetación y los cielos.
Como les ocurría a los soldados, me asaltaba la extrañeza de la barbaridad que estaba ocurriendo en medio de una creación tan bella. De hecho uno de los soldados, estando tumbado intentando cubrirse del fuego enemigo, con su vida pendiendo de un hilo, contempla una pequeña hoja y la roza levemente cerrándose de un modo casi mágico (la plantita es algo parecido a la mimosa sensitiva) en un detalle con el que me sentí plenamente identificado con el soldado, ya que esa extrañeza ante la belleza natural y el horror del combate la estaba sintiendo yo al ver ese tramo de la película.
Está claro el enorme peso de lo visual en el cine de Malick, en el que se nos invita a ver, a contemplar reposadamente y comprender con la mirada.
Otra de las claves, estrechamente relacionada con la anterior, es la naturaleza. La evolución es evidente. En Malas Tierras era un bosque y unas llanuras desoladas en las Badlands. En Días del Cielo vimos el esplendor de los campos de cereal de Texas en sus atardeceres, pero también animales, ríos y detalles de la naturaleza. En LDLR ya vemos desde el primer cocodrilo y las escenas de la convivencia con los aborígenes como la naturaleza va a estar presente en la película. Como su papel no es de mero decorado, no es un simple fondo en el que ocurren las cosas. La madre naturaleza está presente en esta película como un personaje más, quizá incluso sea el personaje protagonista e inmutable de esta historia, que presente a lo largo de toda la película se contrapone de forma constante a la barbarie humana. Algunas de las reflexiones de la voz en off así lo indican y la cantidad de planos dedicados a ella también lo apoyan.
Y si lo visual está cuidado al detalle, la Banda Sonora es otro aspecto fundamental de este director, perdurando en la memoria por su lirismo y su fuerza. Aunque hay quien dice que la composición de Zimmer es "la más bella música con la que ha contado jamás Malick para una de sus películas" y verdaderamente resulta impresionante en muchos momentos, no soy capaz de decantarme por esta frente a sus dos películas anteriores. Lo que si quiero destacar es el canto aborigen que suena en varias ocasiones en la película, "God Yu Tekem Laef Blong Mi", una oración sencilla y natural que ayuda a acentuar aún más el contraste del mundo natural y centrado en el hombre con las terribles escenas de miedo, violencia y sufrimiento que viven los soldados en la batalla.
Citando una de las páginas enlazada anteriormente: "Es una pieza capital para comprender la película, interpretada por los aborígenes de las islas Solomon. Está cantada en “pidgin-english”, con lo que el vocabulario británico está ligeramente alterado. El título de esta canción en concreto, sería algo como ‘God you take my life’, es decir, Dios llévate mi alma".
La estoy escuchando ahora y me sigue estremeciendo.Otra clave del cine de Malick es la utlización de lo simbólico. El uso de metáforas y su metalenguaje nos exige atención y capacidad para interpretar y reflexionar en torno a las imágenes y su sentido, pero al mismo tiempo nos proporcionan también un disfrute añadido al comprender las referencias, lo que sugiere y subrayan las imágenes simbólicas que vemos a lo largo de la película.
En LDLR este aspecto también se ve acentuado con respecto a las películas anteriores y daría para un comentario entero. El cocodrilo entrando en el agua que aparece luego capturado, las bandadas de pájaros que vuelan, las miradas de los animales, el uso y significado del agua y del fuego, unos soldados que se cruzan con un aborigen, un polluelo que agoniza, unos perros que carroñean restos humanos, etc., etc... solo por esta razón merecería la pena revisionar la película.
Una de las claves del cine de Malick más reconocible y controvertido es el uso de la voz en off. Utilizada por este autor como complemento y contrapunto de la imagen, en LDLR se hipertrofia con respecto a las anteriores y ya no se conforma con narrar y dar algunas claves de la vida interior de los personajes, sino que nos ofrece una puerta abierta al alma de los personajes, al hecho central de la experiencia con reflexiones e interrogantes que parecen proceder más del propio Malick que de sus personajes y que nos sitúa en complicidad con el autor, compartiendo el visionado en la intimidad de sus pensamientos.
Con todas estas claves Malick nos ofrece una película (experiencia) que nos sumerge en el interior de un grupo de soldados dentro de una guerra. No me ha parecido especialmente relevante que el ejército sea el americano, ni que se trate de la segunda guerra mundial o que la batalla sea la de Guadalcanal contra el ejército japonés. La mirada de Malick no nos ofrece una crítica política, no nos destaca una heroicidad o una condena por un bando u otro. Su película nos habla del dolor del hombre atrapado por la violencia, desperdiciando su humanidad, alejándose de sus semejantes, de la naturaleza y, con ojos de fe, de Dios mismo.
En LDLR vemos soldados aterrados, obligados a matar para sobrevivir, incapaces de revertir el absurdo de una batalla imposible en el que van muriendo y matando, enloqueciendo o cayendo en un agrio cinismo. La guerra les va robando sus raices, sus convicciones, sus valores, sus motivaciones y hasta el nucleo de su alma.
Dolorosísima la carta que recibe el soldado Bell (Ben Chaplin) tras haber podido contemplar y disfrutar con él sus recuerdos de amor y proyecto común, plenos de ternura y esperanza, finalmente rota sin solución.
Suyas son las palabras de amor más hondas y trascendentes, lo que acentúa el desgarro posterior al recibir la carta:
Nosotros estamos unidos, somos un solo ser. Fluimos juntos como el agua, hasta que no te distingo de mí. Bebo de ti. Ahora. Ahora. Eres mi luz, mi guía.
¿Por qué iba a tener miedo a la muerte? Te pertenezco a ti. Si caigo yo primero, te esperaré allí. Al otro lado de las aguas oscuras. Te necesito ahora.
Tremendo el conflicto entre el Capitán Staros (Elias Koteas) y el Coronel Tall (Nick Nolte) en el que la humanizada coherencia del capitán se enfrenta a la salvaje ambición de su superior que, por la vía del más fuerte, acaba apartándole del mando porque es "demasiado bueno".
Cuestionadora la evolución del Sargento Welsh (Sean Penn) que comienza defendiendo ante el soldado Witt (Jim Caviezel) el sentido del grupo dentro de la guerra y que según avanza el absurdo de la batalla va quedandose vacío, sin convicción ni esperanza, muriendo por la vía del
cinismo, hasta llegar a afirmar que "únicamente se siente solo cuando hay gente".
En cada personaje, en cada encuentro, escena y diálogo podemos encontrar una carga de profundidad lista para explotar en forma de reflexión o referencia, pero sin duda el que más huella me ha dejado es el personaje del soldado Witt, el desertor que no es cobarde.
El soldado que, combate como los demás, pero que lo hace de forma diferente, con otra humanidad y sensibilidad. Vemos su mirada ingenua y su sonrisa de paz, se ofrece voluntario, acompaña a sus compañeros, les asiste en la muerte y se pregunta una y otra vez por el sentido de la vida y de la muerte, por la violencia del hombre que causa tanto dolor en este mundo que se nos ha ofrecido como paraiso. Culmina su vida entregándola sin oponer resistencia, como una metáfora de Cristo "el cordero de Dios" que sacrifica su vida por el hombre, por el Hombre.
Suyos son algunos de los pasajes en off más cuestionadores:
Me preguntaba cómo sería mi muerte. Cómo sería saber que tu siguiente suspiro es el último. Sólo espero enfrentarme a ella como mí madre lo hizo. Con la misma… serenidad. Porque en esa serenidad es donde se encuentra y se aprecia la inmortalidad.
¿Quién eres tú que adoptas tan diferentes formas? De tu muerte nadie escapa, pero también eres la fuente de todo lo que va a nacer. Eres gloria. Clemencia. Paz. Verdad. Das calma al espíritu, comprensión, valor. Un corazón satisfecho.
Esta terrible crueldad, ¿de dónde sale? ¿Cómo se infiltró en el mundo? ¿De qué semilla, de qué raíz ha brotado? ¿De quién es obra? ¿Quién nos mata? Nos ha robado la vida y la luz. Se burla de nosotros con visiones de lo que podríamos haber conocido. ¿Acaso nuestra destrucción beneficia a la tierra? ¿Ayuda a que crezca la hierba o que brille el sol? ¿Se encuentra esta negrura en ti también? ¿Has vivido, atravesado, una noche semejante?
¿Dónde estuvimos juntos? ¿Quién eres tú que estuviste a mi lado y caminó conmigo? Mi hermano, amigo. La oscuridad en la luz. El conflicto en el amor. ¿Son producto de una sola mente? ¿Las facciones de un mismo rostro? Oh, mi alma, déjame entrar en ti. Mira a través de mis ojos. Contempla las cosas que has creado. Mira cómo brillan.
Son preguntas inmensas y que, en el contexto de aquella batalla, resuenan de una forma especialmente intensa. Viene a mi mente una de mis canciones favoritas compuesta por Aute e interpretada por Silvio Rodríguez en la versión que más me gusta y que dice:
Quiero que me digas, amor,que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello…
dímelo…
me va la vida en ello.
me va la vida en ello.
Dicen que la vida es una batalla que hay que librar en el día a día. Aunque no estemos en la misma situación que los soldados de LDLR, creo que también nuestro mundo cotidiano se ha convertido en una especie de guerra de baja intensidad, con poca violencia en forma de disparos y muerte, pero llena de urgencias, que nos arrastra y nos lleva a vivir en grandes ciudades tan deshumanizadas como un campo de batalla, que nos fuerza a seguir un guión y conquistar colinas imposibles. Es así como también nosotros podemos perder nuestra Paz, el sentido de la vida, nuestra sonrisa alegre o nuestra mirada inocente. Necesitamos el contacto con la naturaleza, las personas y Dios y, como dice Sabina refiriéndose a Madrid: "Aquí no queda sitio para nadie".
Esta película es como una elegía que lamenta la pérdida del Hombre, de su Humanidad y su Alma cuando ya es demasiado tarde. No es así para nosotros que, al verla, es como si se nos agarrara por el pecho para despertarnos y amar, para no naufragar... ya sabéis, nos va la vida en ello.
Dejo algo de material complementario interesante que me he ido encontrando aquí y allá para el que quiera seguir leyendo y disfrutando de la película:
- El guión original (en inglés).
- Extractos del guión en castellano.
- Un par de enlaces a críticas de las películas que no puse en la ficha: 1 y 2
- Una entrevista a Nick Nolte sobre el rodaje de LDLR (a partir del minuto 25, también en inglés)
- Una buena colección de imágenes de la película.
- Análisis de la edición en Blu Ray de Criterion
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